El ambiente es
concebido como construcción diaria, reflexión cotidiana,
singularidad permanente que asegure la diversidad y con ella la
riqueza de la vida en relación (Ospina 1999).
La expresión ambiente educativo induce a pensar el ambiente
como sujeto que actúa con el ser humano y lo transforma. De
allí se deriva que educa la ciudad (la ciudad educadora) (Naranjo, Torres 1996),
la calle, la escuela, la familia, el barrio y los grupos de
pares, entre otros. Reflexionar sobre ambientes educativos para el sano
desarrollo de los sujetos convoca a concebir un gran tejido
construido con el fin específico de aprender y educarse.
Otra
de las nociones de ambiente educativo remite al escenario
donde existen y se desarrollan condiciones favorables de
aprendizaje. Un espacio y un tiempo en movimiento, donde los
participantes desarrollan capacidades, competencias, habilidades
y valores (A.C. CEP Parras 1997: 15-18). Para los realizadores de
experiencias comunitarias dirigidas a generar ambientes
educativos, se plantean dos componentes en todo ambiente
educativo: los desafíos y las identidades. Los desafíos,
entendidos como los retos y las provocaciones que se generan
desde las iniciativas propias o las incorporadas por promotores,
educadores y facilitadores, entre otros. Son desafíos en tanto
son significativos para el grupo o la persona que los enfrenta, y con
la menor intervención de agentes externos. Los desafíos
educativos fortalecen un proceso de autonomía en el grupo y propician
el desarrollo de los valores.
Los
ambientes educativos también están signados por la identidad,
pues la gestión de las identidades y lo cultural propio es la
posibilidad de creación de relaciones de solidaridad,
comprensión y apoyo mutuo e interacción social.
El
ambiente educativo no se limita a las condiciones materiales
necesarias para la implementación del currículo, cualquiera que
sea su concepción, o a las relaciones interpersonales básicas
entre maestros y alumnos. Por el contrario, se instaura en las
dinámicas que constituyen los procesos educativos y que
involucran acciones, experiencias y vivencias por cada uno de
los participantes; actitudes, condiciones materiales y
socioafectivas, múltiples relaciones con el entorno y la infraestructura
necesaria para la concreción de los propósitos culturales
que se hacen explícitos en toda propuesta educativa (Chaparro 1995: 2).
Teniendo
en cuenta estos aspectos, la pregunta por los ambientes
educativos ya no resulta tan obvia y de sencilla respuesta.
Actualmente, por ambiente educativo se entiende una u otra
denominación, no sólo se considera el medio físico, sino las
interacciones que se producen en dicho medio. Son tenidas en
cuenta, por tanto, la organización y disposición espacial, las
relaciones establecidas entre los elementos de su estructura, pero
también las pautas de comportamiento que en él se desarrollan,
el tipo de relaciones que mantienen las personas con los objetos,
las interacciones que se producen entre las personas, los roles
que se establecen, los criterios que prevalecen y las
actividades que se realizan.
A
continuación se mencionan algunas necesidades, identificadas
como la columna vertebral de la educación, y que aportan
algunas pistas para pensar en los ambientes educativos, ellas
son:
· Planteamiento de problemas, diseño y ejecución de soluciones.
· Capacidad analítica investigativa.
· Trabajo en equipo, toma de decisiones y planeación del trabajo.
· Habilidades y destrezas de lectura comprensiva y de expresión oral y escrita.
· Capacidad de razonamiento lógico-matemático.
· Capacidad de análisis del contexto social y político nacional e internacional.
· Manejo de la tecnología informática y del lenguaje digital.
· Conocimiento de idiomas extranjeros.
· Capacidad de resolver situaciones problemáticas.
A
la hora de hablar de ambientes educativos y reconociendo que,
no obstante que han tenido lugar transformaciones estructurales
en la cultura contemporánea que le han sustraído a la escuela
el monopolio que ejercía de lo educativo, la escuela todavía
tiene una gran importancia y un gran peso social y cultural, y
por ello merece caracterizarse y fundamentarse el problema de
los ambientes desde ella.
La escuela es concebida de diversas maneras y cada una define estilos diferentes de interacción. Juan Carlos Pérgolis (2000) la concibe como un mediador fundamental de la cultura urbana, en tanto puede expresarse en tres dimensiones:
a)
La escuela como lugar de la ciudad: ¿es parte del barrio, es
del barrio, está en el barrio? La escuela explica y propone sus
fronteras y su localización. Por lo general ha estado asociada
a una idea de lugar con fronteras duras y lejanas de la
ciudad, como aislada en un gran territorio.
b)
La escuela como formación para la ciudad: la escuela aparece
como lugar de significado. Independiente del territorio y la
localización, la escuela se asume como lugar para el todo de la
ciudad y ve a ésta como su proyecto. Es una ciudad en pequeño.
c)
La escuela como punto de encuentro: aquí la escuela opera para
ser un foro en el que las diferentes versiones de ciudad se
encuentren. Todos los sectores de la ciudad se reúnen y ponen
en común sus propias comprensiones. Así, la escuela se ofrece
como lugar de transacción hacia la construcción de una ciudad
compartida.
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